AGUA = VIDA
Podría escribir aquí diez o cien cosas que tenemos que hacer para cuidar el agua, pero sólo se me ocurre una. Y es que reflexionemos en voz alta con las personas que nos rodean. Es decir, que el agua no es un tema de conversación común, para nada.
Cuando vemos esa bolsa de plástico tirada en la calle y pensamos: «¡Qué cerda es la gente!», pero no nos agachamos para recogerla y luego tirarla en un contenedor, estamos contribuyendo a que llegue a las aguas de un río y lo contamine. Ese simple gesto, el de agacharse y coger la bolsa, puede ayudar mucho en el futuro.
También, una noche después de cenar, me estoy cepillando los dientes en el baño y dejo el grifo abierto. Pero no me preocupo y sigo a lo mío tranquilamente. Cuando acabo, me enjuago la boca y cierro el grifo. Claro, yo me voy tan feliz, pero acabo de malgastar unos cuantos litros de agua que podrían haber servido para otras cosas, y lo peor es que no soy consciente de ello. Y todo por que nunca hablé con nadie sobre las virtudes del agua y lo que sucedería si dejara de existir.
La mayoría de nosotros, las personas del primer mundo, tenemos muchísima suerte de tener agua potable en casa. Sin embargo, en otras partes de la Tierra, gente como tú o como yo, la mayoría niños, tienen que recorrer kilómetros lejos de su aldea para conseguir agua potable de la que beber y asearse. Y en eso dedican todo su tiempo, por lo que no pueden ir a la escuela a aprender a leer o a escribir. Ahora cada vez hay más voluntarios que los ayudan colocando pozos en las propias aldeas y que así los niños (y no tan niños) tengan tiempo de aprenderse el alfabeto. Aparte, con el dinero que más personas generosas donan a las asociaciones solidarias, poco a poco más personas tienen la oportunidad de acompañar su comida con un poco de agua potable.
SOBRE TODO, GRITADLO A LOS CUATRO VIENTOS
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