El viernes (¡por fin llegó!), después de salir de ese horroroso centro para menores (llamado temporalmente colegio), me dirijo al supermercado y cojo gratuitamente una tableta de chocolate con avellanas. La abro con pasión y digo: "¡Mi favorita!". Luego le pido prestada una fregona a la cajera, que me dice: "¡Ay pillina! ¡Corre antes de que me arrepienta!". Y me la da. Yo salgo del establecimiento con la fregona en la mano y me monto en ella como si fuera una bicicleta. Doy una patada al suelo y digo: "¡Arriba!". Entonces la fregona se eleva y yo voy volando hasta el parque, donde me encuentro a mis compañeros de ese horroroso centro para menores. Les digo: "¡Eh! ¿Venís a la playa?". Ellos me contestan: "¡Sí! ¡Vamos a por el bañador!". Y nos dirigimos todos a la playa de Naverti. Nada más llegar, nos ponemos el bañador, y veo un cartel con un dibujo muy chulo de un señor con un traje de buzo que decía: "CLASES DE BUCEO. HOY A LAS 16:30". A todos nos entusiasma la idea, pero hay un pequeño problema. Son las 16:31. Entonces sugiero: "Montémonos en la máquina del tiempo y vamos un minuto al pasado". Y así lo hacemos. Llegamos justo a tiempo. El entrenador se está presentando, es un tal Marino Argento. Nos da un traje de plástico verde y nos lo ponemos. Y pasamos una tarde buceando con unas bombonas naranjas en la espalda y unas aletas de 1 metro y medio. A las 21:00 vamos todos a la discoteca de la almeja hasta las 6 de la mañana.
Hoy sábado, voy al balneario de Cándi en un avión privado, donde la azafata me da gratis un refresco de naranja con pajita. Después en el balneario, voy a las termas, donde hay champú, cremas suavizantes, gel, mascarillas... A continuación, me pongo una toalla en la cabeza y unos pepinillos en los ojos, y una chica (que no llegué a ver por los pepinillos), me echa una crema hidratante en la cara y me da un masaje. Llega la hora de comer. Me marcho del balneario en el avión y, más tarde, se lo enseño a mis compañeros en el parque. Luego todos vamos a cenar a casa de mi mejor amiga, pues su madre ha preparado pizza. Después de la cena, vemos una película comiendo palomitas.
¡Socorro! ¡Hoy es domingo! ¡El fin de semana se acaba! Bueno, pues hay que disfrutarlo. Vale. Hoy voy al bosque de los Cascabeles, donde me encuentro un país mágico. Allí conozco a unos duendes diminutos muy majos. Más tarde, almuerzo en un lugar donde hay tirolinas muy peligrosas y emocionantes y... ¡hasta viajes en canoa! A continuación, voy a visitar un castillo del medievo maravilloso. Después vuelvo al parque. ¡Hoy me apetece ir a la discoteca!
NOTA IMPORTANTE: Os preguntaréis, queridos amigos, por qué en esta historia no menciono a los padres. Pues, porque si los hubiera incluído, no nos dejarían comer tabletas de chocolate enteras, ni estar en la discoteca hasta las 6 de la mañana, tampoco te dejarían tener un avión privado, ni tirarse por tirolinas muy peligrosas, y entonces este fin de semana no sería tan... IDEAL.
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